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Septiembre el mes de las dietas: el peligro de las dietas de shock post Fiestas Patrias

Septiembre es el mes donde comienza la preocupación por lucir una figura esbelta para el verano. Aumentan las dietas, las visitas al gimnasio y toda actividad que permita bajar esos kilos de más producto del invierno, del sedentarismo y de las comidas calóricas. Sin embargo, el apuro por perder peso hace que las persona recurran a dietas que ponen en riesgo su salud. 

El ayuno prolongado o extremo, la dieta cetogénica sin supervisión, dietas détox, el consumo de vinagre de manzana o la dieta del aire, son algunas de las más recurrentes.

Para la doctora Magdalena Farias, médico nutrióloga, especialista en nutrición clínica, estas dietas que prometen una baja de peso exprés son un engaño. “Cuando sometes el cuerpo a una restricción oayuno prolongado empieza a generar ciertas adaptaciones. Si bien pueden se puede perder una parte de tejido adiposo, también puede perder masa muscular, deshidratarse, generar alteraciones a nivel de los electrolitos plasmáticos, cefaleas, constipación, alteraciones del sueño, de la vigilia y del estado de ánimo. En el fondo, es una trampa porque todas estas dietas tienen efecto rebote”. 

Por su parte la doctora María Paz Bizama, magíster en nutrición y diplomada en trastornos de conducta alimentaria, de NUclinic, clínica BUPA Santiago y Hospital Dipreca, explica que estas dietas pueden llevar a trastornos alimenticios complejos. “Si nos centramos sólo en el objetivo de perder peso, y no en buscar un resultado paulatino y a largo plazo, podríamos desarrollar una mala relación con la comida, tendiendo a “demonizar” ciertos alimentos, o priorizando la idea de seguir la dieta restrictiva. Eso podría gatillar un descontrol, cuadros de ansiedad y riesgo de trastornos de la conducta alimentaria como, por ejemplo, el trastorno por atracón o bulimia nerviosa”.

¿Por qué se causa el efecto rebote?

La doctora Bizama explica que el efecto rebote sucede porque el cerebro humano interpreta la pérdida de peso como un ataque, o una señal de alerta roja. “Codifica la dieta como si en el exterior hubiese una hambruna, una guerra. Esto ocurre porque el mayor miedo del cerebro humano es a morir de inanición, y al realizar la restricción calórica brusca, teme que la vida esté en peligro. Por esta razón se desencadenan una cascada de reacciones metabólicas que ralentizan el gasto calórico o la tasa metabólica basal. Con esto, el cuerpo gasta menos calorías y se tiende a la reganancia de peso. Es como si el cerebro estuviera feliz al tener sobrepeso porque tiene las “despensas llenas de reservas energéticas” y la posibilidad de inanición y de muerte es menor”.

¿Qué hacer frente al sobrepeso?

Enfrentar el sobrepeso y la obesidad requiere de un enfoque integral, personalizado y en base a evidencia científica y con ayuda profesional. “Primero que todo, debemos iniciar el abordaje educando al paciente para que comprenda que la obesidad es una enfermedad crónica. La persona que vive afectada por esto, debe tener la intención y la motivación para generar los cambios necesarios y mantener un compromiso consigo mismo y con el equipo que lo va a tratar. El análisis de las causas de esta patología debe tener en cuenta los aspectos biopsicosociales, genéticos, epigenéticos, culturales, económicos y de salud mental que confluyen en su desarrollo”, explica la doctora Bizama.

“Hoy la obesidad es una enfermedad cuya prevalencia ha ido aumentando y cada vez hay más consciencia en los distintos sistemas de salud, tanto en centros de salud especializados como en centros de atención primaria, donde hoy los médicos están más capacitados para poder hacer un diagnóstico e identificación de los pacientes que requieren un abordaje un poco más dirigido. Y el abordaje debe tener una mirada multidisciplinaria de los factores del estilo de vida relacionados con el peso: actividad física, patrón de alimentación, higiene del sueño, alteraciones de los ritmos circadianos y el manejo del estrés. Ojalá pueda hacer una evaluación de los factores predisponentes que tiene esa persona a la obesidad, ya que sabemos que la genética tiene un componente muy importante”, agrega la doctora Farías.

Además, la doctora Farías explica que actualmente hay herramientas farmacológicas que se pueden poner a disposición de los pacientes que viven con obesidad. Estos tratamientos cuentan con respaldo de evidencia científica y se ha comprobado su seguridad. “En pacientes que padecen una obesidad más severa, asociada a comorbilidades, como especialista se puede considerar la opción de una cirugía bariátrica, entendiendo que es un hito dentro del camino con una enfermedad crónica a lo largo de toda su vida y, en ningún caso, un camino rápido o fácil, porque también los pacientes que se operan requieren un manejo del estilo de vida con un equipo multidisciplinario,” finaliza la doctora Farías.